9.27.2007

Relato: Tributo a Lewis Carroll

Charles Lutwidge Dodgson, no os suena ¿Verdad? En cambio si os digo que este prolífico hombre (lógico, matemático, profesor y escritor) empleaba el seudónimo de Lewis Carroll en sus obras, posiblemente la cosa cambie.
Mundialmente conocido por ser el padre de esa curiosa criatura llamada Alicia en el país de las maravillas y Alicia a través del espejo.

Un libro bastante incomprendido para el público. Simplificado en cuento infantil, y por tanto, menospreciado y no muy tenido en cuenta. Los múltiples ensayos escritos sobre este libro arrojan mucha luz al respecto. A modo de síntesis, el paso de Alicia por el país de las maravillas, bien podría ser el camino que todo niño emprende en el mundo, un mundo que no comprende, y que sigue pareciendo de locos por mucho que ese niño, al que en algún momento de nuestra existencia hemos encarnado todos, crezca día a día.
A modo de anécdota, pero con la clara intención de haceros ver la magnitud y el alcance que ha tenido esta pequeña obra, deciros que en 1998 un ejemplar de la primera versión de Alicia en el país de las maravillas fue vendido por la friolera cifra de 1,5 millones de dólares, convirtiéndose de este modo en el “libro infantil” más caro jamás vendido.

El otro día una amiga me hizo llegar por e-mail una serie de ilustraciones de este libro, muy variadas entre si, pero respetando ese halo de locura que envuelve las aventuras de la niña Alicia. Así que aprovecho la ocasión, y mientras os las muestro, voy a colar furtivamente un diminuto capitulo de mi invención en la historia de Alicia, siempre y cuando lo tenga a bien el señor Carroll… parece que no dice nada, lo interpretaré como un “si, venga… puedes ponerlo”.
Os dejo con el…

Alicia en el país de las maravillas: La constelación de la Seta.

La niña Alicia, tras hablar con el gato con sonrisa y la sonrisa sin gato, emprendió su camino hacia ninguna parte, siguiendo las indicaciones que este le había dado, las cuales, después de pensarlo, no habían sido ningunas.
El camino hacia ninguna parte se hizo tan largo que le sorprendió la noche. Así que miro en derredor y se tumbó en el trozo de césped que le pareció más confortable, junto a un enorme árbol, uno que no roncaba demasiado en comparación al resto de árboles que alineaban el camino a ambos lados de aquel sendero.
A través de las ramas del árbol pudo ver como las estrellas danzaban en el cielo, en lugar de permanecer quietas. Parecían hormiguitas nerviosas, iban de un lado hacia otro, y a veces chocaban entre si. Parecían querer formar una figura.

-Todo esto es una locura… –musitó Alicia.

Las estrellas se pararon en seco y la miraron. Parecían ofendidas.

-Apenas llevamos dos días intentando lograr hacer la figura que hemos ensayado, no es nada fácil ¿Sabes? –le dijo una realmente enfadada. – ¿Tu podrías hacerlo mejor?

Alicia se levantó y miró hacia aquel grupo de estrellas, en concreto a la que la increpaba desde las alturas.

-Disculpa, no pretendía ofenderte –se excusó Alicia. – ¿Qué clase de figura intentáis hacer?

Alicia reparó en que le estaba haciendo una pregunta a una estrella. Aquello era una verdadera locura, aunque claro, en este sitio, abogar por la cordura si que era de locos.
-Ese es el problema. No nos ponemos de acuerdo. Aquella de allí esta empeñada en que hagamos una taza de té –dijo mientras señalaba a una de las estrellas. –Esta de mi lado insiste en que deberíamos hacer un paraguas, y yo creo que deberíamos hacer una osa.


-¿Cómo la constelación de la Osa Mayor? –preguntó Alicia, recordando sus breves escarfeos con la astronomía en sus clases.

-Ah ¿entonces ya hay una Osa Mayor? Vaya… me han copiado la idea. Bueno, probemos a hacer la del paraguas ¿Listas? Una…dos…y tres –las estrellitas corrieron a ocupar posiciones, y poco a poco una figura comenzó a cobrar forma en el cielo.

Alicia no pudo contener una sonrisita al observar el resultado.

-¿Qué tal? ¿Ha quedado bien? –preguntó la estrella.

-No se parece en nada a un paraguas –Alicia reflexionó un instante. –Parece más bien una seta.

Las estrellas cuchichearon entre ellas.
-Bueno, pues la constelación de la seta… No hay por ahí una constelación de la Seta Mayor, ¿verdad?
-No, no creo que la haya –dijo Alicia.

Las estrellitas sonrieron ante su triunfo, felicitándose unas a otras. Alicia volvió a tumbarse bajo el árbol que seguía durmiendo, mientras meneaba la cabeza ante lo absurdo de la situación.

-¡¡Oye!! –le llamó la estrella.

Alicia volvió a incorporarse nuevamente y levantó su vista hacia el cielo.

-Dime.

-¿Y que clase de constelación eres tú? –le preguntaron.

-Yo no soy una constelación, soy una niña –aclaró Alicia.

Las estrellas volvieron a cuchichear entre ellas.

-Una niña… una niña… -repetían algunas de ellas sorprendidas y extrañadas.

La portavoz de aquel grupo de estrellas volvió a hablar.

-Pues lo siento mucho, querida. Pero no te pareces en nada a una niña…

Azhaag

9.26.2007

Música: A la hora de amar, de Diego Martín




“…puedo reír al llorar, sin que se note que por dentro me esta matando hacerlo. Puedo ponerme a destrozar, a borrar cada recuerdo que me acerca a ti en soledad…”


Azhaag

9.25.2007

Desempolvando artículos: Arturo Pérez-Reverte


Arturo Pérez-Reverte (Cartagena, 25 de noviembre de 1951), es un novelista y periodista español. Desde el año 2003 es también miembro de la Real Academia Española de la lengua.

Sus textos a veces son corrosivos, casi parece que queman el papel.
Irónico, irreverente, vulgar y elegante a partes iguales… Si admira o ama algo te lo hará saber, si por lo contrario lo desprecia, arremeterá contra ello con la palabra presta, dispuesto a hacer el máximo daño posible.
Él es así, habla mirando a los ojos.
Convencido de si mismo y de los mensajes que cada domingo escribe, para él la verdad ha de doler siempre, debido a que es tangible.
Debido a que puede dejarte en el paro, sin familia o sin amigos, debido a que en la calle de al lado pueden violar a tu hija o apalizar a tu hijo… las medias tintas no le sirven.
Directo, y a la yugular.
Va a doler, si, pero solo por que es la pura y dura verdad…



Oye, chaval
(Artículo de Arturo Pérez-Reverte publicado en "El Semanal" el 10 de Octubre de 1999)

Oye, chaval. Me dice tu hermana que estás cada vez más para allá, y que has perdido el curso, cacho cabrón. Y que encima te estás metiendo de todo. Y digo todo, colega. Alcohol y pastillas, y pastillas y alcohol, y dos paquetes diarios de tabaco a tus diecinueve tacos. Y que has dejado a tu novia, o en realidad es ella la que te ha dejado porque no te aguanta. Y que vuelves a las tantas saltándote semáforos en rojo con una castaña que te cagas, y que las broncas con tu viejo son de órdago, y que pasas de todo. Que pasas de verdad, con ojos de estar allí lejos sin la menor intención de darte de nuevo una vuelta por aquí en el resto de tu puta vida. Suponiendo, dice tu hermana, que te quede mucha puta vida por delante.
Dice que te diga algo, que me lees los domingos y me haces caso. No sé en qué carajo podrías hacerme caso tú a mí; pero si lo dice ella, que es la Bambi de la familia, sus motivos tendrá. En fin. Que te diga algo, escribe la pava, como si yo fuera la virgen de Lourdes. Y no sé qué decirte, la verdad. De finales felices me creo los justos, y la última varita mágica que vi la tenía clavada en el coño un hada a la que violaron en Sarajevo. No se si me explico.
Pero en fin. Me sentiría raro si hoy no te dedicara esta página. No por ti, que no te conozco, sino por la Bambi. Se quedaría decepcionada, y a lo mejor ya no se leía más novelas mías, ni soñaba con ligarse al padre Quart o a Lucas Corso. Así que mira, voy a decirte algo. Voy a decirte que acabo de apuntar que no te conozco, pero es mentira. No es difícil conocerte si uno mira alrededor, y se fija en el país en el que vives, y la tele que ves, y los perros que planifican tu vida y tu futuro, y los políticos a los que votan tu padre y tu madre. No es difícil si uno piensa en esa empresa donde estuviste trabajando este verano, y en el trabajo donde explotan a tu ex novia, y en la desesperación de tus amigos. No es difícil y me hago cargo, te lo juro. Esto es una mierda, y la palabra futuro es como para colgársela de los huevos. ¿Ves como en realidad si te conozco?
Hay, sin embargo, algo que puedo decirte. Estás aquí, en el mundo que te ha tocado. Sería estupendo que hubiera revoluciones por hacer y sueños por alcanzar, cosas que te pusieran caliente y con ganas de echarte a la calle. Pero sabes, o lo intuyes, que todas las revoluciones se hicieron, y una vez hechas se las apropiaron los de siempre. Que los buenos se quedan afuera, bajo la lluvia, y que esta película la ganan siempre los malos. Sé todo eso porque lo he visto, tío. Lo he visto en todas las lenguas y colores. Lo he visto allí y lo veo aquí. Y sé que las grandes aventuras colectivas, la solidaridad, los mecheritos, yupi, yupi, todo eso se fue a tomar por saco hace mucho tiempo.
Pero quedan cosas, te doy mi palabra. Cuando ya no son posibles los héroes solidarios, llega la vez de los héroes solitarios. A lo mejor, ahora que han muerto los dioses y los héroes con mayúscula, la salvación está en el heroísmo con minúscula. En el peón de ajedrez olvidado en un rincón del tablero que mira alrededor y ve al rey corrupto, a la reina hecha una zorra, al caballo de cartón y a la torre inmóvil, haciendo dinero. Pero el peón está allí de pie, en su frágil casilla. Y esa casilla se convierte de pronto en una razón para luchar, en una trinchera para resistir y abrigarse del frío que hace afuera. Esta es mi casilla, aquí estoy, aquí lucho. Aquí muero. Las armas dependen de cada uno. Amigos fieles, una mujer a la que amas, un sueño personal, una causa, un libro. Cómo reconforta, colega, mirar a un lado y ver en otra casilla a otro peón tan solo y asqueado como tú, pero que se mantiene erguido y, tal vez, tiene un libro en las manos. Hay aventuras maravillosas, vidas riquísimas, sueños increíbles que empezaron de la forma más tonta, con sólo pasar la primera página de un libro.
Ya sé que no es gran cosa, colega. No soluciona nada, y lo único que te permite es comprender. Pero eso no está nada mal. Me refiero a comprender que nacemos, vivimos y morimos en un mundo absurdo, que a lo más que podemos aspirar es a asumirlo mirándolo de frente, con el orgullo de quien se sabe peleando solo, hasta el final, solidario con aquellos otros peones que, como tú, libran su pequeña y pobre batalla en casillas olvidadas. Y al final descubres que no es tan grave. Los hombres vagan perdidos hace miles de años, y siempre fue la misma historia.
Lo único que los diferencia es como viven y cómo mueren.

Arturo Pérez-Reverte

Azhaag al habla...


Como ya vaticinamos, el amigo Daniel barrió a los otros finalistas en el concurso de dibujo (el dibujo en blanco y negro, posteado el día 16).
El premio consistía en una subscripción gratuita durante 3 semanas a la web de www.deviantart.com/.

Desde aquí, de parte de los dos o tres gatos que solemos frecuentar este blog, nuestra más sincera enhorabuena.

¡¡¡Espeton for president!!! ^__^



Azhaag

9.22.2007

Desempolvando artículos: Guy de Maupassant II


Vuelvo a rescatar un artículo de Maupassant para vosotros.
Os dejo con él…

EL DUELO
( Le duel )
Publicado en el Gil Blas, el 8 de diciembre de 1881

« En lugar de juzgar la integridad de un hombre en proporción a los atributos morales auténticamente humanos que posee, se mide su virilidad en base a un atributo que poseen en muy alto grado los animales, cuyo nombre es para nosotros un término despreciable.» La filosofía de donde tomo esta cita habla del valor. Dice así: « El « diablo de Tasmania » merece la más profunda admiración; combate hasta el último aliento, y su postrer suspiro es un gruñido; nuestro bull-dog también es admirable, aunque en menor medida.»
Los duelistas de nuestros días no llevan, es cierto, la obstinación en la lucha tan lejos como el « diablo de Tasmania », que, « por su estructura, su inteligencia y lugar se encuentra en la escala animal por debajo de nuestros leones y nuestros bull-dogs ». Ahora bien, no habiendo visto nunca a un caballero « apasionado del acero » expirar sobre el terreno, no puedo decir si su último suspiro se corresponde al del « diablo de Tasmania ».
Y he aquí todavía una frase de un pensador inglés: « Tomando el tema desde un punto de vista más elevado, podemos afirmar que el hombre no puede comenzar a salir de la más profunda barbarie excepto cuando el deber sagrado de la venganza de sangre, que constituye la religión del salvaje, comienza a ser menos sagrado.»

¡ Diablos ! ¡ me parece que nosotros estamos en este momento hasta el cuello en la barbarie profunda; y el bosque de Vèsinet es una región infinitamente más salvaje que el centro de África o las orillas del Amazonas !
Pues ahí se produce de una horrible manera, la venganza de la sangre (perdón, de las gotas de sangre) que constituye la religión de los negros y de los indios. Y ciertamente no se sabe cuando se dará fin a esta grotesca costumbre de ir a hacerse pinchazos en la mano en los alrededores de París, con unas varillas de acero puntiagudas que se aplican al extremo del brazo, mientras que, con la cara pálida, los ojos agrandados, los labios mordidos, se hacen involuntariamente al adversario espantosos gestos.
Sin embargo el gran filósofo que he citado considera el asunto un poco más allá. En lugar de la palabra « barbarie », la palabra « bobada » sería tal vez suficiente; pues, en definitiva, los que hoy se da, es la « bobada de la salvaguarda del honor ».
En los tiempos en que los hombres cubiertos de hierro, erizados de armas, no conocían otra ley que la de la fuerza, ese combate singular era lógico y necesario. Más tarde, se convirtió en prueba de elegancia. La espada entonces formaba parte del traje; y en el momento que se la llevaba sin cesar al lado, era muy natural tirar de ella alguna vez. Ahora bien, este uso incluso de llevar abiertamente armas por la calle era bastante característico; la elegancia del duelo entonces no lo era menos. La antigua salvaje costumbre de la lucha cuerpo a cuerpo no pudiendo ser desarraigada aún, y siendo inútil, se hizo preciosista para no ser odiosa. A medida que el duelo aparecía en los hombres inteligentes y serios como algo estúpido y despreciable, los hombres galantes y atolondrados hacían cada vez más algo coqueto y mundano. Fue la época de las adorables locuras, de la razón burlada, el último cuarto de hora de los caballeros.

Hoy, únicamente la ley lleva una espada. Los caballeros de noble cuna han sido reemplazados por industriales; la elegancia ha pasado; la galantería no existe ya. Hay policías en las calles; la tenencia de armas está prohibida; los tribunales recogen todas las quejas. Y sin embargo se bate más que nunca. ¿ Por qué ?
¿ Por qué ? Por la salvaguarda del honor, señor. Antaño se conocía el honor. Hoy está enterrado bajo la Bolsa; no se conoce más que el dinero. La frecuencia de los duelos tiene mucho que ver con esto.
El duelo es la salvaguarda de los sospechosos. Los vacilantes, los comprometidos tratan con ello de rehacer una virginidad de ocasión. No es más difícil hoy sobre los antecedentes de un adversario.
¡ El honor ! ¡oh ! pobre vieja palabra de antaño, ¡ que payasada se ha hecho de tí !
¡ Cómo se te blanquea, como se te lava, como se re repara, como se te arregla, como se te declara satisfecho tras los enfrentamientos a mano armada de Robert Macaire y de Bertrand !
Y bien, a pesar de todas esas reparaciones del honor, todos esos honores lavados, salvados y satisfechos ante unos testigos competentes, no se lleva mejor, el Honor. Pero no hablemos de los ausentes.
El pueblo inglés en un gran pueblo, un verdadero pueblo, con aplomo en la vida, de pie en la realidad; un pueblo de caballeros, de comerciantes irreprochables, un pueblo sano, fuerte y honorable. Es además hoy un pueblo de filósofos; los más elevados pensadores del siglo están allí; es un pueblo de progreso y de trabajadores.
Pero el caballero inglés no se bate. Quiero decir que no se bate en duelo y que considera esa práctica con gran desprecio, juzgando la vida humana respetable, útil al país. Es cierto que la vida humana no corre grandes riesgos en los encuentros de los que nos hablan cada día los periódicos.
El inglés comprende de otro modo el valor. No admite otra cosa que el valor útil que se dedica a la patria y a sus conciudadanos. Posee un talante eminentemente práctico.
En nosotros, existe una especie de corriente de loco talante, querellador, ligero, vacuo y sonoro, que circula de la Madeleine a la Bastilla y que se podría denominar el Talante de los bulevares. Se extiende por toda Francia. Es a la razón y al verdadero espíritu lo que la filoxera es a la vida.
Ahora bien, el hombre del bulevar hace ley. Una buena palabra le tienta en lugar de la lógica, la burla en él sustituye ordinariamente la comprensión, según la expresión de Balzac; adora al dios ELEGANCIA, conserva religiosamente los prejuicios, se burla invariablemente de lo que ignora, y su ignorancia no tiene igual excepto en la seguridad de sus juicios. El hombre del bulevar respeta el duelo, declara que forma parte de la herencia nacional, se erige en el adalid del honor. ¡ No se podría creer como la salvaguarda del honor es tan quisquillosa en cierto mundo !
En este « cierto mundo » no se oye hablar más que de asaltos, de provocaciones, de testigos intercambiados, de enfrentamientos pasados o próximos. Me pregunto en ocasiones con inquietud cuantos « cadáveres » deben tener en su existencia esas personas para que se destierren tan frecuentemente detrás de ellas. Pues en definitiva no se bate por nada. Si se bate es que se ha sido insultado, y cuando se es insultado, es, la mitad de la veces, porque se lo ha merecido. Un hombre irreprochable no va a menudo al prado, como se suele decir.
Exceptúo, naturalmente, a los hombres que tienen un temperamento batallador. La naturaleza los ha hecho así. No podemos nada contra ella.

Queda por saber si las personas dotadas de un temperamento batallador están dotadas también de las cualidades que hacen a los hombres superiores. Esto es dudoso. Aquellos son en ocasiones finos espíritus, excepcionalmente o casi nunca grandes espíritus.
La razón es muy sencilla. Cuando un hombre pasa su existencia en el trabajo, no puede pasarla al mismo tiempo en las salas de armas. Cuando un hombre lleva en su corazón una eterna preocupación por la ciencia o el arte, no se inquieta demasiado con las historias de mujeres, de Bolsa, de vanidad, o de política personal, que amenazan cada día el pinchazo de un nuevo brazo.
El duelo industrial es un genero de duelo ante el que me inclino todavía; el duelo por la publicidad; el duelo entre periodistas.
Cuando la tirada de un periódico comienza a bajar, uno de los redactores se sacrifica y, en un virulento artículo, insulta a un colega cualquiera. El otro replica. El público se detiene como ante una barraca de boxeadores. Y un duelo tiene lugar, hablándose de él en los salones.
Este procedimiento tiene de excelente que convertirá cada vez más inútil el empleo de redactores escribiendo en francés.
Habrá que ser fuerte en las armas. El Sr. Veuillot, que se servía mejor de su pluma que muchos otros, actuaba de otro modo, es cierto. ¿ Qué quiere usted ? todo el mundo no tiene bastante espíritu para dejar en el rostro de sus adversarios inefables marcas de ironía, pues la heridas de una espada se cicatrizan más rápido que las de una pluma. Si no se tiene el Espíritu que mata, se contenta uno con el brazo. ¡ No importa ! cuando dos hombres alimentan la pretensión, poco legítima, es cierto, de pertenecer a la profesión de Voltaire y de Beaumarchais, cuando tienen en las manos el arma todopoderosa, el arma feroz que abate a los ministros, destrona reyes, desarraiga las monarquías, elimina las supersticiones, resulta infinitamente ridículo ver a esos espadachines de la frase injuriarse como dos carreteros, arrojándose su tintero, y desenvainar unas espadas al estilo de los mercenarios sin ortografía.

¡ Ciertamente el insulto entre periodistas es un medio demasiado fácil de pasarse de talento ! Que no se vaya a concluir de esto que yo desprecio la esgrima, arte sutil y encantador, al que no le reconozco más que un fallo, el de devorar unas horas todos los días, horas perdidas para el espíritu.
La esgrima tiene todavía otro punto débil: el de establecer una desproporción de posibilidades entre el duelista desahogado que busca disputa a todas horas, y el honrado hombre a quién el tiempo falta para ejercerse en las armas, y que se encuentro en su primer asunto insultado y ensartado sin saber porque ni como.
Si la esgrima no fuese más que un ejercicio como la equitación, el trapecio o la natación, no tendría rival, pues se necesita fuerza, gracia, paciencia estudiada, infinita ligereza y tanta rapidez de pensamiento como de mano.
En cuanto a mí, a pesar del seductor alegato de mi colega el baron de Vaux en favor del arte que él adora, y a pesar del interés de esta galería llamada: Los Hombres de la Espada, de la que ya se ha hablado aquí, práctico otros ejercicios más prácticos: el boxeo y la natación. Y como siempre queda en nosotros algo de salvaje, del espíritu feroz de nuestros padres, una necesidad de lucha, de fuerza desplegada y de embriaguez del cuerpo en los momentos de peligro, no conozco alegría más vehemente que batirse con la ola que avanza, ruge, abraza, rechaza y os vuelve a tomar. Y no conozco triunfo más delicioso que después de haber desafiado a esta bestia furiosa en las crines de espuma, el mar.
Y si usted tiene valor que demostrar, hay por las calles bastantes caballos desbocados, perros rabiosos, malhechores emboscados, incendiarios o asesinos de mujeres y niños; bastantes personas caen en el Sena, para darle a usted frecuentes ocasiones de ejercer su valentía.
Un duelo en salvamento valdría mejor que otro; pero se arriesgaría un poco más.

8 de diciembre de 1881

Guy de Maupassant

9.16.2007

Cuadernos de dibujo: Me pareció ver a Cthulhu...

Sonaron tres golpes en la puerta del dormitorio.

-Dani, ¿quieres que te haga algo de cenar? –preguntaron a través de la puerta.

-No, mamá. Gracias –contestó mientras abría rápidamente su raída mochila.

En su interior se encontraba algo, que en teoría, no existía.
Solo son cuentos, elaboradas fantasías que parecen cobrar forma solo por ser oídas una y mil veces de bocas de todos, decían los ignorantes. Estaban equivocados, siempre lo supo.
Por eso no cesó en su empeño, lo había encontrado por fin.
Le había llevado años dar con aquel libro que ocultaba receloso en el interior de su mochila, al sacarlo, lo observó con detenimiento.

Estaba encuadernado en piel negra, sin dibujos, ni grabados en su portada. Comenzó a pasar con sumo cuidado sus páginas, un titulo aguardaba en una de las primeras.
Al encender la tenue luz de la lamparita, este se iluminó ante sus ojos.

AL AZIF – NECRONOMICON -

Una repentina bocanada de aire helado, proveniente de una de las ventanas, hizo que las páginas se pasasen rápidamente, hasta detenerse en una en seco. Daniel miró extrañado en dirección a la ventana, y al segundo, y sin darle demasiada importancia, volvió a centrar su atención en el libro.
Las páginas se habían parado en la numero 164. Había una extraña inscripción hecha con unos caracteres que Daniel desconocía por completo, esta inscripción enmarcaba un pequeño texto escrito en latín.
Daniel apoyó el libro sobre la mesa y valiéndose de la precaria luz de la lámpara, comenzó a leer aquel texto.

La lámpara comenzó a parpadear cuando Daniel terminó de leer el escrito.

Apartó ambas manos del libro con dolor, al quemarse con su contacto los dedos. De aquel recuadro de signos cabalísticos que encerraban el texto que Daniel había leído entre susurros, comenzó a salir agua hirviente, que burbujeaba desbordándose del libro.
Daniel retrocedió asustado, hasta dar de espaldas con la puerta, mientras aquel libro seguía rezumando agua de sus páginas como si de un géiser se tratase.
Daniel se giró para intentar abrir la puerta, pero ante su mirada atónita los pestillos se corrieron solos.
El agua le llegó hasta los pies, y sin ser capaz de volverse, pudo contemplar a través de las sombras que dibujaba la lámpara, que no cesaba de temblar, como unos grotescos tentáculos pulposos brotaban del libro.
Lo siguiente fue un grito. Uno que hizo levantarse a su madre y a todo los vecinos del edificio aquella noche.

El resto fueron escenas rápidas, la madre de Daniel aporreando la puerta llamando a su hijo, los vecinos tratando de abrirla, una de las vecinas llamando a la policía, y de fondo, como una melodía macabra que acompañaba a aquel collage de imágenes incesantes, los desgarrados gritos de terror de Daniel.

La puerta fue echada abajo por uno de los policías, la escena que encontraron escapaba a toda lógica.
Todo el suelo estaba abnegado de agua y sangre, las paredes salpicadas por un reguero carmesí, y el papel de estas, desgarrado por las marcas de unas garras. Por el aire aun flotaban trozos de papel hechos jirones, haciendo las veces de confeti en aquella dantesca fiesta que se había hecho tras la puerta cerrada y los gritos ensordecedores de aquel que ve el rostro de la muerte.
Solo uno trozo de papel reposaba sobre la mesa, pegado a la madera del escritorio por la sangre del difunto joven.
Uno que los profanos ignorarían, pero que sin embargo, el erudito comprendería…

“En su morada de R'Iyeh, el muerto Cthulhu aguarda soñando…”


_________________________

Fue ver el dibujo que el amigo Daniel había hecho y la idea para el relato brotó solita.
Por que no me podréis decir que la imagen no os recuerda al primigenio Cthulhu.
Quizás me pase leyendo a Lovecraft… ¿O solo lo veo yo al contemplar esos tentáculos?

El dibujo en cuestión esta en blanco y negro por que forma parte de un concurso al que se ha presentado aquí el artista, el ganador (apostamos por ti, colega) vera su dibujo coloreado y se reirá del resto de participantes desde lo alto del podium.


Azhaag & Espeton
Relato de Azhaag, ilustración de Espeton

9.15.2007

Conversación ante el espejo VI




Conversación ante el espejo VI

“Mejor una mala excusa que ninguna excusa”
William Candem


La cita venia siendo un total desastre. Las citas a ciegas suelen serlo. La chica en cuestión, aquella que a través del chat donde nos conocimos parecía ser una chica bien maja, acabó siendo el ser mas odioso de la creación, con el intelecto de un canelón y sin más tema de conversación que aquellos que pudieran orbitar entorno a sus zapatos recién comprados. Superficial es la palabra que emplearía de tener que ponerle una etiqueta en la frente.

-Discúlpame un momento, he de ir al servicio –le dije.

Con amplias zancadas entre en los servicios y apestillé la puerta.
De suelos pegajosos, cristales rotos y con ese olor flotando en el aire a orina mal dirigida, sutilmente camuflada por un penetrante aroma a lejía barata. Prefería acampar allí durante un mes que entablar cinco minutos más de conversación con aquella niña y sus bonitos zapatos.
Aquella era mi trinchera, debía de urdir alguna treta, alguna excusa que me sirviera para salir corriendo sin quedar como el capullo que en verdad era.
Piensa, piensa…
El hilo musical no ayudaba demasiado a la empresa de parir ideas, desde ninguna parte en concreto, simplemente cayendo desde las alturas, se escuchaba una de esas musiquitas exasperantes. De poder, agarraría al talentoso músico que había compuesto aquella cancioncilla de los huevos y lo pondría a cenar con mi pareja aquella noche. Seria justicia en estado puro.

-No farfulles… piensa –me digo, haciéndome callar.

Me ha sentado mal la cena. Ya esta, todo un clásico, pero creíble dependiendo de mis dotes teatrales, que dicho sea de paso, son notables si la situación lo requiere.

-Pero si aun no habéis cenado, capullo –me dice alguien.

Me giro, la figura del espejo me mira sonriente.

-¿Qué leches estas haciendo ahí? –pregunto sorprendido.

-¿A ti que te parece? Soy tu reflejo, no me queda más remedio que seguirte a donde quiera que vayas. Parece que tienes un problemilla, ¿no?

-Hacía tiempo que no me alegraba al verte, escucha…

-…muy bonito…con lo que yo…

-…cállate, me tienes que ayudar. ¿Qué le puedo decir a esa chica para librarme de cenar e irme a casa? –Pregunto atropelladamente.

-Dile: Tía, me aburres… me voy.

-¿¡Como le voy a decir eso!? Ayúdame, joder.

-Ya lo tengo… presta atención, esto es lo que le vas a decir a ese peñasco de tía…

Salgo del servicio metiéndome en el papel, con faz de preocupación y fingiendo estar agitado. A lo lejos, sentada en la mesa, mi pareja me mira.
Llego a la mesa y tomo asiento. Alea jacta es, pienso.

-Rocío, me tengo que ir corriendo. Mi abuela esta enferma, parece que es urgente, lo siento mucho – a mis oídos suena sumamente creíble. Voy por buen camino.

-Vaya ¿Cómo ocurrió? –me preguntó muy asombrada.

Estas a una frase de librarte, muchacho, no la cagues ahora.

-Me han llamado al móvil mientras estaba en el servicio, de veras que lo sien… -no logro terminar la frase pues su rostro se tensa por completo mientras busca algo en su bolso.

-El móvil me lo distes antes de entrar al cine para que te lo guardase en el bolso, dijiste que te molestaba ¿Recuerdas? –me dijo, mientras colocaba mi móvil sobre la mesa.

Me quedo mirando el teléfono, intentando digerir aquella metedura de pata.
Levanto la vista y miro a aquella chica con la mirada mas dura que la de una estatua.

-Eh… ¿Ha venido ya el camarero a tomarte nota?


Azhaag

9.13.2007

Música: Dangerous, de Michael Jackson

Por primera vez en mucho tiempo no tengo nada que decir…, siempre me ocurre lo mismo cuando veo este video…

Dangerous (1993) del inimitable Michael Jackson.



Plas, plas, plas, plas...

Azhaag

Perlas de sabiduría: Estopa


“He perdido el rumbo y la noción del tiempo, un callejón oscuro dibuja un entierro. Se ha muerto la luna, que se calle el viento. Una luz a lo lejos alumbra una figura que parece a Gloria, pero, solo era el camión de la basura, haciendo su ruta. Todo sigue igual que ayer, las mismas caras de siempre, el mismo llanto que me hizo llorar tanto tiempo, el mismo tiempo que perder. Parece una eternidad, nunca acabo esta botella por que sigue estando el fondo cada vez mas lejos…”

“…el de medio de los Chichos me ha dicho que soy muy bueno, que tengo buen corazón y que nunca voy sereno, que se me nota en los ojos, que mi mirada es de hielo. Me ha dicho que en otra vida yo era un perro callejero…”

“Dime como ves el mundo exiliado en cada lavabo, contando cada minuto, administrándote los gramos, dime como ves mi cara desde tus ojos desquiciados. Dime como huele el viento desde tu tabique blanco. He venido a contarte que tu novia te ha dejado, que ya no le funcionas, que estas acabado. Me ha dicho que cuando te vea te de un abrazo… creo que soy el único que sigue a tu lado…”

“Oye, me han echado del Infierno, dicen que es que me faltan pecados, yo quise quedarme dentro, prometí quedarme callado, pero ni con mi silencio. Ni siendo yo mi diablo. Demonios son mis temores, demonio es tanto llanto, demonios en el mar de dudas, donde se asusta el espanto. Que el diablo es el olvido…”

“Siempre quiero estar contento, triste no valgo la pena, si me ahogo en tu lamento, llévame siempre a tu vera...”

Azhaag

9.11.2007

Desempolvando artículos: Guy de Maupassant

Antes los copiaba a mano, como si fuese un monje encapuchado retirado en una olvidada abadía, copiando textos y más textos.
Luego descubrí la impresora, menudo invento. Así que deje de gastar bolis bic y comencé a gastar cartuchos de tinta, el caso es que me gusta tener en papel esta clase de artículos, odio leer mirando la pantalla.
Acabo la lectura y parece que no me llena, como si no me saciara con lo que leo si no noto el contacto del papel en las yemas de mis dedos.

Por que tras dar con algún artículo que me gustaba en la red, en alguna revista o donde fuera, lo mecanografiaba y lo imprimía, dotando a los tacos de folios, los cuales crecían como la espuma, de una de esas encuadernaciones cutres de portada y contraportada de cartón y nervio de anillas.

En poco tiempo estas encuadernaciones fueron ganando en número, ocupando por si mismas estanterías a rebosar, en ellas se recogían artículos de R.L Stevenson, Kafka, Lovecraft, Poe, Bécquer, Stephen King, Clive Barker… el denominador común es que todos, o casi todos, eran escritores de lo fantástico. Lo que hoy comparto con vosotros es un artículo del brillant fou por excelencia, el francés Guy de Maupassant.

Adiós misterios
Publicado en Le Gaulois del 8 de noviembre de 1881

¡ Detesto a los conservadores, a las personas que no son de su siglo !
La humanidad se ha dividido siempre en dos clases, la que tira hacia adelante y la que lo hace hacia atrás. Los primeros algunas veces van demasiado aprisa; pero los otros no aspiran más que a frenar, y detienen a los primeros, retrasan el pensamiento, traban la ciencia, ralentizan la sagrada marcha de los conocimientos humanos.
Y son numerosos, esos anquilosados, esos petrificados, esos detractores de sondear los misterios del mundo: viejos caballeros y viejas damas embadurnados de moral infantil, de religión ciega e ingenua, de principios grotescos, personas del orden de la especie de las tortugas, proceadores de todos esos jóvenes envarados con cerebro de pájaro, transmitiendo los mismos aires de padres a hijos, cuya única imaginación consiste en distinguir lo que es elegante y lo que no. Un asesino, un soldado traidor, todo criminal, alguien monstruoso sea lo que sea me parece menos odioso, es menos mi enemigo natural, instintivo, que esos retrasados cortos de vista, que arrojan entre las piernas de los corredores sus antiguos prejuicios, las anticuadas doctrinas de nuestros antepasados, la letanía de las tonterías legendarias, tonterías que no se pueden desarraigar, que repiten como un sacerdote.
Marchemos adelante, siempre adelante, demolamos las falsas creencias, abatamos las tradiciones que estorban, destruyamos las doctrinas seculares sin ocuparnos de las ruinas. Además vendrán quienes desescombren; otros, quienes construirán enseguida; luego quienes diseñen y otros que siempre restablecerán. Pues el pensamiento marcha, trabaja, alumbra; todo se utiliza, todo pasa, todo cambia, todo se modifica. Las ideas no son de naturaleza más inmortal que los hombres, los animales y las plantas. Y sin embargo, ¡ como nos tienta a menudo, este cariño culpable por las creencias antiguas que se saben mentirosas y perjudiciales !
De este modo un templo de las nuevas religiones, un templo abierto a todos los cultos, a todas las manifestaciones de la ciencia y del arte, el palacio de la Industria muestra cada tarde a las multitudes, asombradas con los descubrimientos tan sorprendentes, como la vieja palabra balbucida siempre en los orígenes de las supersticiones, la palabra « milagro », nos viene instintivamente a los labios.
El rayo cautivo, el rayo dócil, el rayo que la naturaleza ha hecho dañino, transformado en algo útil en las manos del hombre; lo inaccesible empleado como fuerza, transmitiendo a lo lejos el sonido, el sonido, esta ilusión del oído humano, que transforma en ruido las vibraciones del aire. La imponderable manipulación de la materia, y la luz, una prodigiosa luz, medida, divisada, controlada a voluntad, producida por ese desconocido formidable cuyo estrépito hacía caer a nuestros padres de rodillas: he aquí lo que algunos hombres, algunos trabajadores silenciosos, nos hacen ver.
Se sale de allí lleno de una admiración entusiasta.
Se dice: « Más misterios; todo lo inexplicado será comprensible un día; lo sobrenatural baja como un lago que un canal desagua; la ciencia, en todo momento, reduce los límites de lo maravilloso.»
¡ Lo maravilloso ! Antaño cubría la tierra. Fue con él con lo que se educaba al niño; el hombre se arrodillaba ante él; el anciano, al borde de la tumba, se estremecía perdido ante las concepciones de la ignorancia humana.
Pero han llegado hombres, filósofos primero, luego sabios, y han entrado audazmente en este espeso y temible bosque de supersticiones; han cortado sin cesar, abriendo rutas para permitir a otros venir; luego éstos se han puesto a desbrozar con rabia, limpiando, haciendo un claro, la luz en torno a ese terrible bosque.
Cada día extienden sus líneas, alargan las fronteras de la ciencia; y esta frontera de la ciencia es el límite de los dos campos. De este lado, lo conocido que ayer era lo desconocido; al lado, lo desconocido que será lo conocido mañana. Este último resto de bosque es el único espacio dejado aún a los poetas, a los soñadores. Pues nosotros tenemos siempre una invencible necesidad de sueño; nuestra antigua raza, acostumbrada a no comprender, a no buscar, a no saber, hecha a los misterios cercanos, se resiste a la simple y clara verdad.
¡ La explicación matemática de sus seculares leyendas, de sus poéticas religiones, la indigna como un sacrílego ! Ella se aferra a sus fetiches, injuria a los leñadores, llama desesperadamente a los poetas.
Apresuraos, oh, poetas, no os queda más que un rincón de bosque a donde llevarnos. Todavía es vuestro; pero, no os equivoquéis ahí, no tratéis de volver a donde hemos explorado.
Los poetas responden: « Lo maravilloso es eterno. ¡ Qué importa la ciencia reveladora, puesto que tenemos la poesía creativa ! Somos los inventores de las ideas, los inventores de ídolos, los hacedores de sueños. Conduciremos siempre a los hombres a países maravillosos, pueblos de seres extraños que nuestra imaginación alumbra.»
Pues bien, no. Los hombres no os seguirán más, ¡oh, poetas ! No tenéis el derecho de confundirnos. Nosotros no tenemos ya la capacidad de creeros. Vuestras heroicas fábulas no nos motivan; vuestros espíritus, buenos o malvados, nos hacen reír.
¡ Vuestros pobres fantasmas son mezquinos al lado de una locomotora en movimiento, con sus enormes ojos, su estridente voz, y su sudario de vapor blanco que discurre alrededor de ella en la fría noche. Vuestros miserables pequeños trasgos quedan suspendidos en los hilos del telégrafo ! ¡ Todas vuestras creaciones extrañas nos parecen infantiles y antiguas, tan antiguas, tan usadas, tan repetidas ! Leo cada día, esos libros de exaltados frenéticos, de bardos obstinados, de recreadores de misterios. Está acabado, acabado. Las cosas no hablan, no cantan, tienen leyes ¡ La fuente murmura simplemente la cantidad de agua que de ella mana !
¡ Adiós misterios, viejos arcanos de tiempos antiguos, viejas creencias de nuestros padres, viejas leyendas infantiles, viejos decorados del mundo antiguo !
¡ Ahora desfilamos tranquilos, con una sonrisa de orgullo, ante el antiguo rayo de los dioses, el rayo de Júpiter y de Jehová prisionero en unas botellas !
¡ Sí ! ¡ viva la ciencia, viva el genio humano ! ¡ gloria al trabajo de este pequeño animal pensante que levanta uno a uno los velos de la creación !
El gran cielo estrellado no nos asombra ya. Sabemos las fases de la vida de los astros, las figuras de sus movimientos, el tiempo que llevan arrojándonos su luz.
La noche ya no nos espanta, no tiene fantasmas ni espíritus. Todo lo que se llamaba fenómenos es explicado por una ley natural. No creo en las burdas historias de nuestros padres. Llamo histéricos a los creyentes en milagros. Razono, profundizo, me siento liberado de las supersticiones.
Y bien, a pesar mío, a pesar de mi deseo y la alegría de esta emancipación, todos esos velos levantados me entristecen. Me parece que se ha despoblado el mundo. Se ha suprimido lo Invisible. ¡ Y todo me parece mudo, vacío, abandonado !
Cuando llega la noche, como me gustaría poder estremecerme de esa angustia que hace persignarse a las ancianas a lo largo de los muros de los cementerios, y salvar las últimas supersticiones ante los vapores extraños de las marismas y los fantásticos fuegos fatuos.
¡ Como me gustaría creer en alguna cosa vaga y terrorífica que se imaginara sentir pasar en la sombra ! ¡ Que negras debían ser las tinieblas nocturnas de antaño, bullendo con todos esos seres fabulosos !
Y he aquí que no podemos incluso ni respetar el trueno, desde que lo hemos visto tan de cerca, tan paciente y tan vencido.

Guy de Maupassant

9.04.2007

Relato: Como una noche perpetua

Como una noche perpetua

“Je me crois en enfer, donc j'y suis”
(Me creo en el infierno, luego estoy allí.)

Arthur Rimbaud


Cayó desde las alturas, levantando una enorme nube de polvo al chocar contra el suelo. Se levantó, y en silencio echó a andar. Vagó varios días por aquel lugar en el cual la tierra que pisaba eran brasas encendidas que lastimaban los pies y el aire apestaba a azufre. Comenzó a intuir donde se encontraba cuando al levantar la mirada vio a otros como él caer bajo el peso de sus pecados hacia este lugar.
Toda la superficie estaba cubierta por una espesa niebla, que limitaba la vista a un par de metros, el resto se encontraba oscuro, y tan solo las ascuas del suelo iluminaban el lugar donde pisabas. Cuando sus ojos se acostumbraron a las tinieblas y se adaptaron a la poca luz que allí había, comenzó a distinguir figuras que andaban a lo lejos. Intentó acercarse a ellas, pero estas parecían huir de él asustadas.
Tan solo una de aquellas figuras dejo que se acercara.
Era un hombre de ojos grises y cabellos blancos, y al llegar ante él, se le arrodillo pidiéndole algo entre suplicas.

-Dime como era, joven… yo apenas la recuerdo, llevo demasiado tiempo aquí ¿Cómo era?

Sabia lo que le estaba preguntando, no sabría decir por qué, pero sabia perfectamente que le preguntaba aquel anciano que se asia a su ropa suplicante y tembloroso. Y por eso le contestó sin vacilar.

-El aire es puro, y en cada lugar huele con un aroma distinto… El agua es tan cristalina que puedes ver tu reflejo en ella, y cuando la bebes te sientes renacer. Todo es verde allá arriba, paisajes donde tan solo el cielo azul delimita los extensos prados que parecen perderse en lo infinito.

El anciano escuchaba las palabras del joven sin poder contener las lágrimas.

-Los besos son capaces de hacerte volar, y un abrazo te devuelve las fuerzas que creías perdidas. El amor es casi etéreo, yo no di con el, pero vi a personas que consiguieron encontrarlo.
Así es la vida que hemos dejado atrás, anciano.
Ahora dime, tú que pareces llevar mucho tiempo en este lugar ¿Cómo es la muerte?

-Negra y eterna, como una noche perpetúa. Negra y eterna…


Azhaag

9.02.2007

Música: I hate everything about you, del grupo Three Days Grace

Este grupo de rock que llega desde la hermosa Canadá viene pegando fuerte, con temas tan cañeros como el que os pongo en esta ocasión. Su nombre, Three days grace.
Valiéndome de mi Ingles esmirriado, el titulo seria: "Odio todo de ti."



El amor y el odio comparten la misma linde…
Tras escuchar la canción me viene a la cabeza una cita de Nietzsche

“Así decía el hierro al imán: te odio porque me atraes sin que poseas fuerza suficiente para unirme a ti.”

Un saludo.

Azhaag