“…no se si sangra la luna al filo de su guadaña…”
Tuve la ocasión de ver actuar a este hombre en directo, y salí sobrecogido, tiene un directo espectacular.
Ahi os dejo con él…
Azhaag
Literatura, música, cine, ocio...
Y digo yo...
A veces pasa y suele ser cuando uno menos lo espera. De repente te llega. Es una pregunta que surge de algún sitio remoto de la mente, sin duda oscuro, por que al salir a la luz de la consciencia parece deslumbrarse y deslumbrarte; es como una de esas criaturas primigenias de Lovecraft que habitaban en el inframundo desde tiempo inmemorial y que nunca, hasta ese momento, había abandonado el quien sabe si confortable antro del inconsciente profundo para asomarse al exterior. Puede verbalizarse de formas diferentes: ¿Y qué hago yo aquí? ¿De qué va esto? ¿Para qué existo? En el fondo, es la pregunta eterna, la que infinidad de personas se han hecho antes que nosotros: ¿Cuál es el sentido de la vida?
Uno anda tan ocupado en eso de vivir, que, de ordinario, no repara en para qué lo hace.
El por que esta claro; se vive por que se esta vivo, así de simple, pero el sentido, el para que, no tiene fácil respuesta, si es que tiene alguna.
Contemplada fríamente, la vida es una estupidez. Creo haberlo comentado en alguna otra ocasión: nacer y morir, sin más función que la de procrear para que la especie se perpetué, que es lo que hacemos los seres vivos, no tiene sentido alguno.
Nunca he entendido bien el empeño de los ecologistas en conservar las especies en vias de extinción. ¿Qué pasa por que se extingan? A los interesados, los miembros de esas especies, les trae al fresco: nace sin saber por que, el hambre les impulsa a comer, el instinto les lleva a fornicar, cuidan a sus cachorros hasta que estos pueden valerse por si mismos, empujados también por el instinto, y un buen día se mueren.
Si alguien le preguntara sobre la utilidad de tales funciones y tuviesen capacidad de responder, dirían: “Y yo qué sé…”
Los humanos somos distintos. Hacemos lo mismo, pero, eso si, de otra manera. El intelecto nos permite sublimar los instintos y adornarlos con todo tipo de perifollos, además inventamos, componemos sinfonías y construimos autovías, pero, a la postre, nacemos y, tras un paréntesis más o menos largo, nos morimos.
Si entre ambos inevitables acontecimientos todo fuera gozo y placer, ya que no sentido, la vida tendría su aquel, pero ni siquiera es así, gracias a esa otra peculiaridad nuestra, la de angustiarnos por lo que aun no ha sucedido, siempre estamos mas pendientes de lo que nos hace falta que de lo que tenemos.
Le he dado muchas vueltas a la cuestión, he leído a los filósofos mas eminentes, me he visto seis veces la película “El sentido de la vida”, de los inefables Monty Payton, y he preguntado a quien se ha puesto a tiro: nadie tiene puñetera idea de para qué estamos aquí, ni yo mismo, que ya es decir.
La única conclusión posible es que, vista desde la vida, la vida no tiene sentido alguno.
Mañana me pondré con la oui-ja, a ver si desde el otro lado lo saben. Tendría gracia que para conocer el sentido de la vida uno tenga que morirse…
F. Jimenez del Oso
"...Si me necesitas, llámame..."
"Escucha, cariño. No hay montaña tan alta. Ni valle tan bajo. Ni río tan grande..."
Azhaag
Le llamaban Trinidad es una película clásica del subgénero spaghetti western. Se trata de una comedia, con los mamporros típicos de las películas protagonizadas por Terence Hill y Bud Spencer, pero ahora, Terence Hill (Trinidad) posee una gran destreza con el revólver. Éste film fue un gran éxito y lanzó a la fama internacional a sus protagonistas.
A esta película le siguió una secuela realizada en 1972, Le seguían llamando Trinidad.