4.26.2007

Poema: Annabel Lee, de Edgar Allan Poe


Publicado en 1849 por el inimitable Edgar Allan Poe, maestro indiscutible del genero de terror, y precursor del relato detectivesco (sento las bases del primer detective analitico, de las cuales mas tarde beberia otro de los grandes, sir Arthur Conan Doyle, para crear a su inmortal personaje Sherlock Holmes).
Quien conoce su biografia puede poner la mano en el fuego al asegurar que este poema bien podria ser un canto a su gran amor Virginia...

Annabel Lee

Hace muchos, muchos años, en un reino junto al mar,
Habitaba una doncella cuyo nombre os he de dar,
Y el nombre que daros puedo es el de Annabel Lee,
quien vivía para amarme y ser amada por mí.

Yo era un niño y era ella una niña junto al mar,
En el reino prodigioso que os acabo de evocar.
Más nuestro amor fue tan grande cual jamás yo presentí,
Más que el amor compartimos con mi bella Annabel Lee,
Y los nobles de su estirpe de abolengo señorial
Los ángeles en el cielo envidiaban tal amor,
Los alados serafines nos miraban con rencor.

Aquel fue el solo motivo, ¡hace tanto tiempo ya!,
por el cual, de los confines del océano y más allá,
Un gélido viento vino de una nube y yo sentí
Congelarse entre mis brazos a mi bella Annabel Lee.

La llevaron de mi lado en solemne funeral.
A encerrarla la llevaron por la orilla de la mar
A un sepulcro en ese reino que se alza junto al mar,
Los arcángeles que no eran tan felices cual los dos,
Con envidia nos miraban desde el reino que es de Dios.

Ese fue el solo motivo, bien lo podéis preguntar,
Pues lo saben los hidalgos de aquel reino junto al mar,
Por el cual un viento vino de una nube carmesí
Congelando una noche a mi bella Annabel Lee.

Nuestro amor era tan grande y aún más firme en su candor
Que aquel de nuestros mayores, más sabios en el amor.
Ni los ángeles que moran en su cielo tutelar,
Ni los demonios que habitan negros abismos del mar
Podrán apartarme nunca del alma que mora en mí, Espíritu luminoso de mi
hermosa Annabel Lee.

Pues los astros no se elevan sin traerme la mirada
Celestial que, yo adivino, son los ojos de mi amada.
Y la luna vaporosa jamás brilla baladí
Pues su fulgor es ensueño de mi bella Annabel Lee.

Yazgo al lado de mi amada, mi novia bien amada,
Mientras retumba en la playa la nocturna marejada,
Yazgo en su tumba labrada cerca del mar rumoroso,
En su sepulcro a la orilla del océano proceloso.

Edgar Allan Poe

4.24.2007

Relato: Mirando al abismo a los ojos

Mirando al abismo a los ojos

“Sólo que el monstruo nunca muere. Hombre lobo,
vampiro, espíritu demoníaco, criatura innominable de
los yermos. El monstruo nunca muere.”
CUJO de Stephen King

Siempre me ha apasionado la criminología, el intentar comprender, mediante el análisis y la razón, la raíz del mal, que en ocasiones repta silenciosa por la mente humana, dejando a su paso un estigma en la sociedad en la que el sujeto en cuestión eligió para escenificar su cruenta obra.

Pues para los avezados en la materia, oír el nombre de una calle como lo es la de White Chapel (Londres), es una reminiscencia de la niebla en la noche, de un afilado cuchillo brillando con luz propia entre las sombras, es, a fin de cuentas, recordar el nombre del anónimo Jack “el Destripador”, que durante la segunda mitad del año 1888 asesinó salvajemente a cinco mujeres en esta sombría calle londinense.

Mentar la ciudad de Milwaukee (la más grande del estado de Wisconsin, Estados Unidos) es acordarse de Jeffrey Dahmer y las 17 almas que segó.
Hablar de el cortijo de Los Galindos (Sevilla) es sentir el calor de un sol que quemaba todo cuanto no se escondiera en la sombra, es ver esas balas de paja ensangrentadas que los asesinos emplearon para ocultar uno de los cadáveres, y recordar aquel lúgubre epitafio que una mano anónima pintó en un muro sobre lo ocurrido en aquel lugar.

Podrán pasar 100 años y la gente seguirá sin ser capaz de olvidar semejante binomio, como si la sangre que se derramo en aquel lugar fuese imposible de limpiar por mucho que pase el tiempo.

La gente se niega a hablar de lo ocurrido cuando los periodistas intentan indagar en el asunto, les avergüenza que semejantes carnicerías hayan acaecido en su tierra.
Quizás sea por que dentro de sus mentes se lleva a cabo un razonamiento que en segundos se torna en certeza, el pensar por un instante que es el lugar, la tierra que pisan y el aire que respiran los que han dado a luz a semejantes monstruos, y que tal vez las personas que conozcan el echo por medio de la prensa o la televisión tengan el mismo pensamiento que ellos, tachando a todos los habitantes de la zona de asesinos aletargados que en un futuro puedan cometer los mismos actos.

Nada mas lejos de la realidad, basta con hacer un ligero sondeo para comprobar que no es el lugar el que crea el monstruo.

Las hemerotecas que recogen los sucesos criminológicos crecen en grosor y variedad hora tras hora, a cada instante y en cualquier parte del inmenso planeta que habitamos se lleva a cabo un asesinato, una masacre, una violación, un robo…
Ya sea en la recóndita África o en alguna de las paradisíacas playas de nuestro litoral.

Ocurre a diario, en cualquier parte, sin distinción de razas o de credo.
El único elemento siempre presente en la ecuación es el hombre, y la x, la incógnita, es el motivo que impulsa al criminal a llevar a cabo semejantes acciones.

Es imposible distinguirlos entre el torrente de gente con el que cada mañana nos cruzamos, sus ojos no brillan más, su faz no presentan un rasgo distintivo, son como ustedes y como yo.
El único elemento, la única característica que las estadísticas coinciden en que tienen en común todos estos monstruos, es una infancia repleta de vejaciones y maltratos.
Donde una paliza, es el pan de cada día, donde el abuso no es censurado por normas ni doctrinas, y al final es aceptado como algo normal y cotidiano.
Es raro encontrarse con algún criminal que no haya tenido una infancia dura y haya aceptado el mal como forma de vida. No digo que no los haya, hay algunos que vivieron una infancia plena y confortable y sin embargo sus nombres pasarán a la historia junto a los de otros violadores o asesinos.
En algún momento se torcieron del camino trazado por la razón y la decencia, sin embargo engloban un minúsculo porcentaje frente al resto que padecieron una infancia traumática.

Por tanto ¿De donde nace el mal? ¿Cómo se adhiere al ser humano y le exige un tributo de sangre para saciar su sed? ¿Es posible que un ser humano nazca con el mal impreso en su código genético? ¿Es posible que nazca bajo la luz de una mala estrella que lo destine a convertirse en un asesino?

En la opinión del que esto escribe, no somos mas que el resultado de una suma, en la que uno de los sumandos bien podría ser la educación que recibimos en nuestra infancia y el otro digito de la ecuación sean las acciones que llevamos a cabo bajo nuestro libre albedrío, el resultado final marca lo que se seremos en el mañana.

No existen los monstruos más allá de los que nosotros mismos creamos.

Azhaag



4.22.2007

Video: Origami Velero

Hacia tiempo que no subia un nuevo video sobre el Origami, en esta ocasion, partiendo como siempre de una base de papel cuadrada, y con unos pocos y sencillos pasos, haremos un velero.

4.20.2007

Video: "Idiota" de Huecco

Un currado montaje con imagenes de la serie House M.D (la cancion le va como un guante al video, para los que sigan la serie sabran que empieza a haber cierto feeling, mas aun si cabe, entre House y la doctora Cuddy).
El nombre de la cancion es "Idiota" del genial Huecco.
Hay os dejo con el...

4.15.2007

Relato: Todo un tesoro



Todo un tesoro

Hay muchas clases de libros… los que se pueden ver hoy en día en las librerías, por ejemplo, son los que menos me gustan.
Me explicaré mejor…

Como casi siempre estoy tieso de viruta, mi cara acaba por resultar familiar en las librerías de viejo, esas en las cuales, si a uno no le importa llenarse del polvo que se acumula en los estantes, puede dar con verdaderos tesoros por cuatro duros.

Los que más me hacen tilín son, hoy en día, verdaderos incunables.
Muy difícil de dar con ellos.

Libros de tapas de cuero, la mayoría no llevan un titulo en su portada, y si lo hacen, lo muestran de manera muy sutil. Sus hojas muestran un aspecto amarillo macilento, casi apergaminado, y por lo general llevan engarzado al nervio una tira de tela a modo de marca páginas.
Libros viejos, en resumen.

El volumen de la fotografía de arriba ocupa un lugar especial dentro de mi biblioteca, di con el de manera fortuita, ya que no andaba buscándolo.
Lo encontré emparedado entre un muro de hojas impresas, casi puedo asegurar que lo oí gritar.

De tapas encuadernadas en un bonito cuero azul oscuro y con un curioso símbolo en su portada, el cual no arrojaba luz alguna sobre la naturaleza de este.
Se podría decir que fue un flechazo en toda regla, así que alargue la mano a través del estante, llevándome con la manga de la sudadera el polvo acumulado, y lo saqué de aquel festival de ácaros, dispuesto a llevármelo aunque fuese un tratado de cocina regional.

Una vez en mis manos, limpie su portada y lo examiné. Al mirar la primera hoja ví que había sido publicado en 1967, así rezaba su fecha de impresión. Para el tiempo que tenía estaba muy bien cuidado, lo habían tenido manos amigas desde luego.
Seguí escudriñando el ejemplar, en su nervio central brillaban con unas gastadas letras doradas, el nombre de la criatura.

“Bécquer/Rimas y Leyendas”

Yo ya tenía un ejemplar de Bécquer, pero este era raro y viejo de narices.
Ya podría aparecer al lado el Necronomicon de Lovecraft, que no me haría dudar de mi decisión, este libro se vendría conmigo.

Sin embargo estaba el problema del dinero, metí la mano en el bolsillo de mi vaquero he hice sonar las monedas. El escaso ruido que me llego a los oídos no vaticinó nada bueno.

Del total que tenia, que eran cinco euros, necesitaba dos para autobuses, lo que reducía mi capital a unos menguados tres euros.


Me acerque a la chica del mostrador, que estaba ensimismada leyendo una novela de Agatha Christie… “Asesinato en el Orient Express” era el titulo.

-¿Cuánto cuesta? –pregunté.

La chica me miro como si le estuviera hablando en chino, y tras unos segundos de silencio me vi obligado a sonreír y a mostrarle de nuevo, aun más si cabe, el libro que sostenía en la mano.

-Aaaah… perdona. –Me dijo devolviéndome la sonrisa. –Este vale mmmmm… cuatro euros. –contesto y volvió a bajar la vista hacia su libro.

Me había chafado el chollo, casi me dio la impresión de que me había estado observando y había subido en un euro el precio del libro adrede. Me dieron ganas de gritarle “¡¡Pues que sepas que en ese libro se cargan de tres tiros a Hercules Poirot!!”, pero me contuve.

Como ya había señalado, necesitaba dos euros para los autobuses y solo disponía de tres, las matemáticas me jodieron vivo una vez más.
Existía otra solución, a la cual había recurrido en otras ocasiones, pero no me terminaba de gustar.
No, no era robarlo, no me sean mal pensados. Era otra treta algo menos censurable que el hurto.

Consistía sencillamente en volver a emparedar aquel libro lo mejor posible, y volver en unos días, con la esperanza de que ningún otro mercenario de Gutenberg diese con el hasta mi vuelta.
Ya que el visible cartel de “No se apartan libros”, hacia que renunciara a la posibilidad de convencer a la chica que seguía enfrascada en su lectura.

¿Qué que hice? Se lo pueden imaginar… acabe en la puerta de la tienda, con el libro en mi mochila, una sonrisa en la cara y tan solo un euro en mi bolsillo.
Tuve que caminar una larga hora bajo la lluvia, sin mas protección que mi capucha, todo el trayecto que solía hacer en autobús, pues mi reciente adquisición me había privado de hacer mas cómodo el viaje.

Pero no importaba, tenia el libro. Ni siquiera me importo el comentario jocoso del chofer del otro autobús que debía coger para ir a mi casa, cuando me vio aparecer hecho una sopa.

-Hay una cosa que se llaman paraguas, niño…

Le reí la gracia, un día es un día, y me senté. Me seque las manos en los vaqueros y saque el libro de mi mochila.

Era un verdadero dinosaurio, un superviviente nato que se negaba a morir comido por los bichos en alguna vieja estantería.
No como los libros de hoy en día, los cuales declaraba al principio de este escrito que no me gustan demasiado.

Los de reciente publicación, ese Capitán Alatriste, por ejemplo, con la jeta del actor Viggo Mortensen en portada, junto a la cita en rojo brillante y en relieve que grita entre sus exclamaciones ¡¡Llevado al cine!! En paralelo, junto a esta y un poco mas abajo, otra del mismo color resultón que reza ¡¡Por tan solo 5 euros!!

Hacerle semejante vejación publicitaria a un libro es denigrante.

De hay que apreciase tanto lo que tenia entre manos, era todo un tesoro… al volver a abrir sus paginas, una de ellas, me contesto dándome la razón.

Azhaag

Relato: El tiempo

Aquí dejo una curiosa y personal visión, de mi buena amiga Yolanda, de algo tan abstracto como puede llegar a resultar el tiempo… a ver si se anima y me hace llegar más textos suyos.


El tiempo

El inexistente tiempo pasa rápido y veloz deja los surcos de su paso en el cuerpo y en los sentidos del alma, esa que acoge todo cuanto acontece en la vida de cada uno de nosotros.
Hoy miro en el espejo de algunos años atrás y puedo tener conciencia de que “el” todo lo calma.
El tiempo nos acoge en su regazo como si fuésemos bebes en pleno llanto y pataleta, para acunarnos y enseñarnos su sabiduría en el mañana.
Aquel mañana que ya no duele, aquel mañana solo hace que te percates de que la más complicada lección es la vida misma y que aquello que más duele es lo que mas enseña, lo que mas fuerte te hace.

Yolanda

4.09.2007

Relato: Nexo de union



Nexo de union

De nuevo mi historia gira entorno a esa aberración automovilística llamada autobús, me encontraba esperando a que llegase, para matar el tiempo, el cual parece que se alarga para fastidiarme cuando lo espero, estaba leyendo un libro.

El muchacho, pantalones raperos, gorra ladeada, y mp3 en las orejas a todo volumen se sentó a mi lado y me miro por encima del hombro.

En ese amasijo de cerebro que se recocía bajo la gorra debió de accionarse ese silogismo de que todo el que lee es un capullo, o algo por el estilo, ya que la mirada que me echo dejaba a entrever esos pensamientos.

Y como era de esperar no medio palabra alguna, ni yo desde luego, y ambos aguardamos en silencio a que llegara el autobús.

Enfrente de la parada, había una enorme rotonda donde los coches pasaban sin parar, de repente, por encima del ruido de los coches se oye un tubo de escape gritando a los cuatro vientos que no da mas de si y haciendo zigzag entre los vehículos aparece un tío montado sobre una moto, que sin frenar para nada, intenta tomar la rotonda.

Los dos, yo, el capullo que lee y el capullo del rapero, levantamos la cabeza en dirección a la rotonda.

El guarrazo es de antología, la moto sale despedida deslizando por el pavimento y el hombre de la moto rueda hasta llegar a la calzada de enfrente, donde rápidamente lo atienden las personas que pasaban en ese momento por ahí.

El rapero me da un golpe amistoso en el brazo, y por un instante dudo de que a lo mejor nos conocemos de toda la vida, ya que si no, no me explico el por que de ese gesto.

-Dios… que clase de ostia se ha dado. Jajajaja, será imbecil el tío…-me dice riendo y levantándose la visera para ver mejor.

Me muerdo la lengua para no soltarle una burrada seguida de una hostia.

Y en silencio espero al bus, con la certeza de que todo lo que envilece al ser humano, ya sea el presenciar como un hombre se estrella con su moto o cualquier otra escena cruenta, sirve de nexo de unión.
Es capaz de mover a las masas con la promesa de brindarles un segundo de superioridad frente a aquel que por poco se deja la vida en el asfalto.
Es tan fuerte dicho vinculo, que logra que el idiota que tengo al lado empatice conmigo, cuando en una primera ojeada nos habíamos dicho mutuamente, no me gustas ni un pelo.

Y con esa amarga certeza sigo esperando al bus, con un gilipollas al lado, lo cual, todo sea dicho, hace la espera mas tediosa aun si cabe.

Azhaag

Video: Los momentos mas divertidos del Fútbol

Sensacional vídeo que recoge algunos de los momentos más divertidos que nos ha regalado el fútbol… tremendamente gracioso.


4.04.2007

Relato: Conversación ante el espejo II


Conversación ante el espejo II

-Oye… llevo tiempo queriendo preguntarte algo. –dije a la figura del espejo, la cual se rascaba los ojos a causa del sueño.

-Tú dirás artista… -contesto.

-¿Como son las cosas ahí? ¿Al otro lado? –le pregunte inclinando la cabeza para intentar ver algo dentro del cristal.

-Veras… lo que ocurre es que no te gustaría demasiado este otro lado… a ti ni a nadie, desde luego. –dijo mientras contenía un bostezo con el puño.

Me había intrigado aun más con su respuesta, así que antes de que se acabara durmiendo, le volví a preguntar.

-¿Y eso por que?

-Hay dos clases de personas en el mundo… aquellas que se conforman con ser el reflejo de otras, estas van a parar siempre a este lado.
Acaban por entrar ellas mismas.
Y luego están las otras, personas que son únicas, para las cuales no hay un reflejo a este lado del espejo, y a las cuales, las primeras intentan emular. –dijo terminando la frase con una sonrisa.

-Menuda respuesta… suena demasiado romántico ¿No crees? –dije burlándome.

-Suena demasiado romántico… ¿Y como esperabas que sonase? Le estas hablando a un espejo, amigo… -dijo antes de cerrar los ojos dispuesto a dormirse.

Azhaag

4.03.2007

Relato: Irene Adler



Irene Adler

La cantidad ingente en el vagón del tren hacia pensar que se había superado en mas de dos y de tres el aforo máximo que este tenia estipulado. Caras contra caras que no se conocían de nada y sin embargo cada una de ellas invadía el espacio vital de la otra, personas emparedadas entre un par de espaldas y el vidrio de las ventanas. Quien tenía la fortuna de portar un periódico u otra revista, improvisaba un muro de letra impresa entre el y los demás, y los que estaban de pie miraban recelosos a aquellos que habían logrado un asiento.

Como aquel caballero, con corte de pelo recién estrenado de la barbería al igual que el perfectamente dibujado bigote, que movía con ligeros soplidos al leer algún párrafo ocurrente del libro que sostenía con ambas manos.

La niña emergió ante el como una sirena cuando el caballero bajo las gastadas tapas de la novela que leía.

De largos bucles rubios y con una mirada impropia en una niña, con demasiada dosis de inteligencia nadando en el verde de su iris.

-Buenas tardes caballero… me llamo Irene Adler ¿Cuál es su nombre? –dijo la niña.

-Me llamo Sebastián, mucho gusto jovencita. –le dijo sonriendo muy educadamente el caballero, creyendo dar por finalizado este encuentro.

Volvió a subir el libro entre el y la niña, sin embargo no pudo volver a retomar la lectura como antes, sentía ese par de esmeraldas aguijonearlo desde el otro lado. El libro volvió a bajar y efectivamente allí seguía aquella niña.

-Mi madre insistía en que no se debe hablar con desconocidos, por eso le he preguntado su nombre y le he dicho el mió, así, supongo que dejamos de serlo ¿No cree? –la niña lo arañaba con la mirada, consiguiendo poner nervioso al hombre que había dejado el libro sobre su maletín, renunciando a terminar el capitulo quince antes de llegar a su estación.
Fue a decir algo, pero la niña prosiguió.

-¿En que parada se baja usted, Sebastián?

-En la siguiente parada, en Gaarder. –le contesto.

-Yo no estoy muy segura de en que parada he de bajar, les he preguntado a un par de caballeros y aquella señora, –dijo señalándola muy sutilmente con la cabeza – pero me temo que ninguno es ni la mitad de amable que usted. –concluyo mientras ablusaba su vestido.

-¿Viajas sola? –pregunto extrañado el caballero.

-Si, me dirijo a Jostein, al funeral de mi madre…-contesto mirando fijamente a los ojos al hombre.

-Vaya… lo siento mucho. –dijo.

-No se preocupe, ahora están todos juntos.
Mama esta junto a Papa y mi hermanito, se que estarán bien, pero me resulta triste ¿Sabe? Sobre todo el pensar si no será algo malo el echo de que no me quiero reunir con ellos… aun no. ¿Cree usted que es algo reprochable, Sebastián? –el caballero no sabia precisar en que momento de la frase abrió la boca en una mueca de pena y asombro.

-No claro que no, pequeña… claro que no. –alcanzo a decir. –Y dime ¿Con quien vives ahora? ¿Un pariente quizás? –le pregunto muy inquieto y visiblemente emocionado a la niña.

-No, estoy sola… al enfermar mi madre me internaron en un orfelinato, ha sido a través de la correspondencia cuando me he enterado de que mi madre había fallecido. Las monjas no me dejaban salir, me decían que para ver a mi madre bastaba con cerrar los ojos y verla en mi corazón.
Yo no lo creo, así que me escape de allí… prefiero verla, aunque sea una ultima vez, con los ojos abiertos. ¿No cree, Sebastián? –le contesto la niña.

El hombre se quedo de piedra ante la firmeza de aquel pequeño mártir de dorados bucles, y sintió como resbalan un par de lágrimas por sus mejillas.
Fue a decirle algo, quizás unas palabras de aliento, quizás de nuevo otro inservible “lo siento mucho”, fueran cuales fueran las palabras, estas se vieron engullidas por la sirena del tren, que anunciaba que habían llegado a la próxima parada.

-Es su parada Sebastián. Ha sido un placer hablar con usted. –le dijo la niña gentilmente y se marcho a través de la marea de personas que arrastraba al hombre hacia la salida, aun con las lagrimas secas en sus mejillas y un nudo en la garganta.

La niña cruzo un par de vagones, hasta llegar a una serie de camarotes para aquellos que podían costearse el hacer más cómodo su viaje en tren.
Se detuvo ante el siete, abrió la puerta y entro.
En el había una mujer que descansaba dormida sobre el hombro del que parecía su marido, el cual también reposaba dormido. Y al otro lado, en el banco de enfrente, un niño que la miraba fijamente.

-¿Dónde has estado Irene? Estaba a punto de despertar a mama y a papa, al ver que no regresabas… -le dijo el niño mientras Irene se sentaba a su lado y le peinaba bien el flequillo.

-Estaba dando una vuelta por los vagones, tampoco he tardado tanto. –le dijo regalándole una sonrisa.

El niño tenía a su lado un montón de cáscaras de nueces, que comía para matar el tiempo, e intentaba partir otra con las manos desnudas.

-¿Quieres una, Irene? –dijo, mientras intentaba quebrar la cáscara.

La cáscara se rompió con un onomatopéyico “crash” y el niño le ofreció la nuez a Irene.

-¿Has visto que fuerte soy? –dijo, lleno de orgullo y aun con la cara roja por el esfuerzo.

-Yo lo soy mucho mas, acabo de hacer llorar a un hombre. –le contesto a su hermano con un sonrisa maliciosa que el pequeño no entendió, y volvió a peinarle el flequillo.

Azhaag